lunes, 19 de noviembre de 2012

Thank you Pinterest


Un puñado de sugus

Hace unas semanas, acudí a la tradicional comida dominical en casa de mis abuelos. Los mayores se pusieron a solucionar el mundo entre caladas y cortados, por lo que mis primos pequeños, los únicos presentes, y yo, nos fuimos al salón.
Mientras que sus hermanos se entretenían con una bolita de papel aluminio como pelota de fútbol, y sus dedos como jugadores, yo me dejaba pintar las uñas con el último grito en lacas en el curso de la pequeña África. He de decirles que lo que menos brillaba era la purpurina.
Durante la primera parte del partido, los papeles se repartieron de la siguiente forma: Mateo se encontraba indispuesto debido a lo que el llamaba una herida de guerra en la muñeca por defender a su hermano mediano ante la acusación de “pelota”. Hay que reconocer que el chico no lo hace mal, que es un encantador de serpientes nato y que si en el recreo tiene que acercarse al profesor de Science para convencerle de que no le saque a hacer los problemas, lo hará. Mientras el hacía de comentarista, Nando, el mediano hacia de Messi y Martín, el pequeño, de Llorente.
Durante la primera parte apenas preste atención al partido, eran más entretenidas las caras que ponía África al intentar no salirse al pintar. Quedaron 2-2, y por lo visto, eso era una deshonra: había que desempatar, así que se retaron mutuamente, y esto sí que no nos lo podíamos perder las chicas. Más que nada, porque nos dedicarían el gol de la victoria. Mateo se fue, y Nando asumió el papel de periodista. Después de un buen trago de leche fresca, se dispusieron a rematar la tarea: había mucho en juego, especialmente para el pequeño que podía ganarse el aprecio futbolístico de sus hermanos.
Los minutos siguientes transcurrieron entre tijeras, remates y caños. He de reconocer que estuve muy metida, a pesar mi ignorancia en este terreno pensé que si tenían esa destreza con los dedos, verlos en el campo tendría que ser muy emocionante.
Llegó el momento. Sonó por toda la casa. Tres letras, una mantenida en el tiempo. ¡Gol! ¡Gooooooooooool!…el público enloquece, goooooool de Llorente. ¡Qué alucine señores! ¡Qué alucine!
Mateo vino corriendo desde la cocina a felicitar a su hermano: por lo visto el chico tenía dotes en esto de fútbol. Se acercó a Nando, y acompañada de una palmada en la espalda, dijo la siguiente frase, con el tono del que ya no tiene nada que aprender del mundo.
-Así es la vida, chaval- y se fue con el campeón, que llevaba las manos llenas de los sugus que prometí al vencedor del torneo.
Mientras que África recogía todos los botes de pintauñas, yo me acerque a Nando que estaba viendo la tele. -Toma, esto por tener tan buen perder. Y le propiné con parte de los caramelos que me quedaban. Y cuando me disponía a levantarme del sofá, me agarró del vestido y me hizo sentarme de nuevo. -Sí, es verdad que Martín marco el gol…pero en propia puerta, - y acto seguido metió su mano en el bolsillo, cogió el botín que me quedaban y se despidió con un guiño.
A veces vivimos empeñados en destacarme en competir por ser os mejores en cosas tan nimias y tontas como un partido de fútbol jugado con papel de aluminio, arrasando a nuestro paso, sin tener en cuenta que muchas veces los que nos rodean también necesitan ganar. Si lo viviéramos aunque fuera solo por una vez nos daríamos cuenta de la felicidad está en la sonrisa del otro.
Nando podría perfectamente hacer ganado él; era lo justo, pero su recompensa fue mejor que un puñado de sugus.

domingo, 18 de noviembre de 2012

La femme


Feminidad, delicadeza, maternidad, fortaleza. La mujer, cada vez menos escondida, es una pieza fundamental en el régimen de las familias. Se nota cuando mamá no está. Complicada, perspicaz, capaz de sacar hasta los perores trapos remendados del enemigo. Vanidosa y coqueta. Sensible. Empática. Decidida y vergonzosa. Capaz de todo. Complicada, compleja, difícil…trabajadora e inteligente. Sagaz. Vengativa. Cruel en defensa de las crías. Tacones. Voz y ritmo. Hogar. Sábanas  limpias. Uñas de colores interminables cuentas de teléfono. Social. Unitiva y familiar. Cotilla y chismosa. Desesperante.



Pero están siendo atacadas. Como acantilado perfecto y firme, el enfurecido y bravo mar va puliendo su pared. ¿Quién dice que hay que salir de casa para ser una verdadera mujer? ¿Quién dice que lavar, planchar y remendar no es vida? ¿Quien dice que ya no es tarea de mujer criar y educar hijos? La mujer hace hogar. Y cuando no lo hace, la familia se resiente. Es verdad, con los tiempos que corren muchas veces el sueldo del marido no es suficiente y que mamá también se tiene que poner el mono de trabajo. Compatibilizar es una buena opción pero no es tan fácil como se pinta. ¿Qué se puede hacer? Por supuesto. Pero no olvidemos lo que se nos intenta meter en la cabeza: “para ser mujeres hay que ser como hombres. ¿Desde cuándo? Gracias a Dios, aunque iguales en derechos y obligaciones- en eso estamos todos de acuerdo, hombre y mujer son complementarios. Y nosotras somos muchas veces las culpables porque se nos olvida lo que somos por naturaleza. Y, sin pensar, nos dejamos dominar por ideas de moda que abundan en los medios de comunicación. Podemos alcanzar lo que queramos, siendo quienes somos. ¿El hombre, a caso deja de ser hombre para llegar a ser director de empresa? ¿Por qué entonces la mujer sí? Pues pienso que en vez de luchar por la supuesta “igualdad”, habría que buscar la manera de que ambos sexos pudieran seguir siendo lo que son, para alcanzar sus metas.
No me considero feminista, ni machista ni nada que se le parezca. Y menos con la connotación que tienen ahora esos términos, porque más que feministas, aquellas que levantan la voz en pro de la mujer, son las que más daño les están haciendo. Es verdad, reconozco  que la mujer lo tiene bastante crudo en el mercado laboral pero una cosa es intentar buscarles facilidades para que, por ejemplo, puedan tener hijos y no las despidan a la mínima de cambio, y otra, muy diferente, es meterse en cómo deben gestionar su vida personal, de forma tan invasiva e insensible. Sobre todo cuando en los mismos anuncios son tratadas como mero objeto de placer. ¿Hay alguna que se diga feminista que se rasque las vestiduras cuando “un esqueleto con piel” sale ligerita de ropa en algún anuncio? ¿Y al escuchar las groserías que se dicen en las canciones? ¿Y cuando se las ve yendo a la universidad a “enseñar” más que a aprender? Es ahí donde necesitamos una verdadera protección.
Vamos a ser serios, señoras y señores, y llamemos a cada cosa por su nombre: Que el hombre sea hombre, y la mujer, mujer, y que nosotras no olvidemos que nuestro éxito está en la feminidad, la delicadeza, la maternidad y la fortaleza. 

Reir, reir y reir.

Una sonrisa es un arma poderosa, puede incluso romper el hielo. Anónimo
Si quieres aguarle la fiesta a un cascarrabias, sonríele. Anónimo. 

http://www.youtube.com/watch?v=nu0e36H1mCs
http://www.youtube.com/watch?v=RHevjlxQuhA&feature=fvwrel

Biografía

     Mi nombre es María Baselga Puente. Nací en Bilbao hace diecinueve años, y allí viví hasta los once. Mis padres, Alberto y Trini, se conocieron cuando él se fue a estudiar la carrera a Santiago de Compostela y tras casarse se trasladaron a la ciudad vasca, donde nacimos los cuatro: Yo, la mayor, Alberto, Trini y Teresa.
     Estudié en Ayalde, un colegio femenino del que guardo grandes recuerdos. Los últimos años que pasé fueron bastante entrañables. Debido a una malformación durante el embarazo, nací con una malformación en los huesos de las piernas, por lo que salia de una operación para meterme en otra. Aunque apenas me acuerdo de las cosas malas- estuve muy mimada, lo reconozco-, se que mi familia lo pasó bastante mal, pero gracias a ellos estoy dónde estoy. ¡Gracias!

     En julio de 2003 nos trasladamos a vivir a Las Palmas de Gran Canaria ya que mi padre pudo conseguir un buen puesto de trabajo. un cambio así siempre es una aventura, especialmente por la lejanía de la familia, pero los canarios tienen el maravilloso don de hacer que las personas se sientan como en casa, y no tardamos en considerar Las Palmas como tal. En Bilbao solía hacer gimnasia rítmica, pero después de las operaciones me aconsejaron la natación así que comencé a nadar a diario, y no solo tuvo repercusiones físicas, sino también mis notas comenzaron a mejorar notablemente.  A lo largo de esta etapa no solo me fui formando académicamente sino también como persona, buscando lo que a mi, como cristiana, mujer y estudiante me convenía. Además descubrí mi afición por la lectura, la costura y la navegación.
     curse el bachillerato científico: como era de esperar mi trayectoria por hospitales, me inclinó hacia la rama biosanitaria. Elegí estudiar Farmacia porque la Medicina me parecía aburrida y larga, y Enfermería me encantaba, pero mi padre me aconsejó que aunque los dos primeros años de carrera lo pasara mal, me iba a llenar mucho mas, y así es de momento. No sabia donde, pero seguro que fuera de mi casa. La primera opción fue Madrid. tenia muy buenas referencias sobre como estaba allí la carrera, pero me hablaron de la Universidad de Navarra. A mis padres no les hizo mucha gracia; mi hermana pequeña es Síndrome de Down y supone un gasto bastante grande en casa, y pudiendo estudiar gratis en una pública, les parecía un abuso pagar una privada. Pero les hablé de la Beca Alumni, y me la pusieron como condición. Así que, con horas de codos, alcance la media que necesitaba.
     Durante mi primer año tuve la suerte de poder vivir en el Colegio Mayor Olabidea. Jamás podría haber llegado a pensar cuan enriquecedora es la estancia en un Colegio Mayor. Primero es  siempre un año de cambios, y me confié...me caí, en consecuencia, con todo el equipo, por lo que perdí la Beca y al año siguiente me fui a vivir al Cet Igea. Si un Colegio mayor te enriquece un Cet te llena porque te brinda la inmensa suerte de poder compatibilizar tus estudios con pagarte al trabajar allí el alojamiento. Y allí resido desde entonces.

Arroz con tomate

Cuando mi abuelo era joven, una de las normas- llamémosla así- era estar en casa antes de que su padre llegara, para así cenar todos juntos. Puede parecer lógico en los tiempos de la posguerra  cuando la mesa del comedor familiar tenía dieciocho sillas y considerando el genio de mi bisabuelo. Pero no, no es para nada raro. De hecho, mi madre ha querido mantener la tradición explicándonos que “la familia que come unida, permanece unida”.
                Imagínense: un hombre se mira al espejo del ascensor intentando esbozar la mejor sonrisa que le puede salir después de enterarse de que ya son dos menos sus compañeros de trabajo y que el próximo podría ser él. Las cosas no están bien, nada bien, pero no quiere preocupar a su mujer. Las puertas del ascensor se abren, y puede percibir un olor familiar. Arroz con tomate. ¡Ella ha preparado arroz con tomate! La sonrisa sale fácil y más cuando nada más entrar se le cuelgan de los brazos sus hijos. Le da un beso a su mujer: puede que los problemas no se solucionen con un plato de arroz, pero desde luego es estos momentos es de estos detalles  de donde sacará fuerzas para combatir a cualquier jefe malhumorado. El mantel acaba lleno de salsa, los pijamas de los niños también, pero cada una de las motas imposibles de quitar refleja los planes, sueños y aventuras que han pensado vivir juntos. Todo parece más fácil al calor del hogar. Es en esa cena donde el padre descansa, se olvida por unos instantes del mundo exterior.
                La mesa hace familia. No hace falta serlo para sentirse como en casa. Pienso en los que vivimos lejos de nuestros hogares.  Y hablo desde la experiencia de una chica que vive en un Colegio Mayor. A lo largo del día, rara vez me cruzo con alguna del cole. Las prácticas, los seminarios, las clases condicionan el ritmo de nuestra existencia universitaria. Pero al llegar la hora del almuerzo o la cena, y compartir mesa todo cambia. No solo compartimos la deliciosa comida que nos preparan con tanto cariño y dedicación. No. Aquí compartimos alegrías, broncas, ese chico que no me llama, ese chico que me llama demasiado, bromas, agobios…nos conocemos, y del roce nace el cariño. Y sí, echamos de menos a nuestras familias, pero ahora tenemos una más variopinta y grande a la que cuidar, tratar y sorprender. También he podido experimentar la sensación de la persona que come sola delante de la tele porque nunca hay nadie en casa. Porque nadie se preocupa de organizarse para intentar aunque sea tomar el postre o el café con la que viene después. Al principio procurábamos comer todas juntas, pero por hache o por be, esa intención se fue quedando en lo que era, una intención. Y estoy segura de que si hubiéramos luchado un poco más en hacernos la vida un poco mas agradable, con  detalles tontos como la mesa puesta para las tres, o una ensalada en un bol y no en un plato de postre, habríamos acabado mucho mejor que en la actualidad.
                “Tripita llena, corazón contento”. No sé donde escuche esta frase, pero me gusta mucho utilizarla. ¿A quién no se le ilumina la cara cuando su madre le dice que al volver a casa le estará esperando con su plato favorito encima de la mesa, o que en la despensa habrá cuatro paquetes de los cereales que más le gustan? Comer es uno de los pocos placeres permitidos, y ¿con quién mejor compartirlo que con la gente que más quieres? Recuerdo con nostalgia los domingos en casa de mis abuelos en los que después de almorzar, entre nubes de humo y olor a café los mayores arreglaban el mundo.

Y para nosotros, estudiantes, es muy fácil. No necesitamos grandes cosas para disfrutar con nuestros amigos, si es que lo son. No sé si estaréis de acuerdo, pero para mí los mejores momentos han transcurrido entre pizzas y coca colas. La familia se “hace” no se “nace”, y por eso hay que cuidarla, al igual que los amigos, y ¿qué mejor modo que compartiendo un plato de arroz con tomate?.

viernes, 9 de noviembre de 2012

¿cocina blanca? ¿por qué no fucsia?


Desde Pinterest, os dejo una idea buenísima
-muy femenina- para decorar la pared, por ejemplo, de vuestras  cocinas...¡gracias Pinterest!