Feminidad, delicadeza,
maternidad, fortaleza. La mujer, cada vez menos escondida, es una pieza
fundamental en el régimen de las familias. Se nota cuando mamá no está.
Complicada, perspicaz, capaz de sacar hasta los perores trapos remendados del
enemigo. Vanidosa y coqueta. Sensible. Empática. Decidida y vergonzosa. Capaz
de todo. Complicada, compleja, difícil…trabajadora e inteligente. Sagaz.
Vengativa. Cruel en defensa de las crías. Tacones. Voz y ritmo. Hogar.
Sábanas limpias. Uñas de colores
interminables cuentas de teléfono. Social. Unitiva y familiar. Cotilla y
chismosa. Desesperante.
Pero están siendo atacadas. Como acantilado perfecto y firme, el enfurecido y bravo mar va puliendo su pared. ¿Quién dice que hay que salir de casa para ser una verdadera mujer? ¿Quién dice que lavar, planchar y remendar no es vida? ¿Quien dice que ya no es tarea de mujer criar y educar hijos? La mujer hace hogar. Y cuando no lo hace, la familia se resiente. Es verdad, con los tiempos que corren muchas veces el sueldo del marido no es suficiente y que mamá también se tiene que poner el mono de trabajo. Compatibilizar es una buena opción pero no es tan fácil como se pinta. ¿Qué se puede hacer? Por supuesto. Pero no olvidemos lo que se nos intenta meter en la cabeza: “para ser mujeres hay que ser como hombres. ¿Desde cuándo? Gracias a Dios, aunque iguales en derechos y obligaciones- en eso estamos todos de acuerdo, hombre y mujer son complementarios. Y nosotras somos muchas veces las culpables porque se nos olvida lo que somos por naturaleza. Y, sin pensar, nos dejamos dominar por ideas de moda que abundan en los medios de comunicación. Podemos alcanzar lo que queramos, siendo quienes somos. ¿El hombre, a caso deja de ser hombre para llegar a ser director de empresa? ¿Por qué entonces la mujer sí? Pues pienso que en vez de luchar por la supuesta “igualdad”, habría que buscar la manera de que ambos sexos pudieran seguir siendo lo que son, para alcanzar sus metas.
No me considero
feminista, ni machista ni nada que se le parezca. Y menos con la connotación que
tienen ahora esos términos, porque más que feministas, aquellas que levantan la
voz en pro de la mujer, son las que más daño les están haciendo. Es verdad,
reconozco que la mujer lo tiene bastante
crudo en el mercado laboral pero una cosa es intentar buscarles facilidades
para que, por ejemplo, puedan tener hijos y no las despidan a la mínima de
cambio, y otra, muy diferente, es meterse en cómo deben gestionar su vida
personal, de forma tan invasiva e insensible. Sobre todo cuando en los mismos
anuncios son tratadas como mero objeto de placer. ¿Hay alguna que se diga
feminista que se rasque las vestiduras cuando “un esqueleto con piel” sale
ligerita de ropa en algún anuncio? ¿Y al escuchar las groserías que se dicen en
las canciones? ¿Y cuando se las ve yendo a la universidad a “enseñar” más que a
aprender? Es ahí donde necesitamos una verdadera protección.
Vamos a ser serios,
señoras y señores, y llamemos a cada cosa por su nombre: Que el hombre sea
hombre, y la mujer, mujer, y que nosotras no olvidemos que nuestro éxito está en
la feminidad, la delicadeza, la maternidad y la fortaleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario